Perfección. No, gracias.

Si yo pudiese prohibir una palabra del uso general de forma permanente, sería la palabra "perfecto".

Hoy en día vivimos en una sociedad tan estandarizada que las palabras han ido perdiendo su valor real. Desde su significado semántico hasta su valor para nosotros. Y es que la información que viene con ellas es descartable. 

Utilizamos las redes sociales, leemos páginas web, y nos enteramos de las noticias, muchas veces, por comentarios que oímos o leemos "por ahí" (es decir, haciendo scrolling en el teléfono celular o móvil). La perfección de las cosas, sin entrar a temas filosóficos, nos otorga un signo de distinción y de logro. Ajustado a lo que es y debería de ser. La perfección nos enmarca en ciertos parámetros aceptados por aquellos que consideran la realización del trabajo sin problemas. 

Sin embargo, está pasando, que estos parámetros no son permanentes. El avance de la sociedad y la forma cómo nos encontramos interactuando hoy en día, hacen que la perfección sea como la felicidad: se da por momentos y muy breves, hasta la siguiente actualización.

la perfección nos encasilla y nos llena de confort, de comodidad; cuando ya no es así. No a la velocidad que vamos hoy por hoy. Si estás cómodo con lo que sabes o lo que tienes entonces ya perdiste. 

La perfección, como dije, al igual que la felicidad se ajusta a cada persona de acuerdo a lo que considera que está bien. Ojo: bien. Porque llegará un momento en que ese Bien, ya no lo será o bastará. 

Por ello, no existe el café perfecto, existe el café que te trae felicidad, aquel que para ti es el mejor en un determinado momento y hora. Y como tal, se disfruta.

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Diego Ganoza